EL VIOLÍN ROJO del pintor mallorquín J.L.QUEREDA |
Siempre desee escuchar los latidos del mundo. Su auténtica cadencia. La verdadera llave de su corazón. Llamé a muchas puertas y esperé mucho tiempo. La belleza no se presta, a la vuelta de la esquina, a hacernos partícipes de su enigma. Caminé muchos caminos, desorientado y confuso, sin saber hacia dónde encaminar mis pasos. Probé a estudiarlos. Probé a copiarlos. Probé incluso a inventar unos latidos nuevos dónde satisfacer mi condición humana, frágil y transitoria, y arrogante, creyéndome poseedor de un don único e inimitable. Probé a renegar de mi propia necesidad de saber. Probé a desesperarme. Fingí ser capaz de olvidarme, pero el eco que resonaba en mis sienes me recordó que era inútil. Conocí la fuerza. Conocí el desasosiego. Conocí el amor, o su ausencia. Soñé y me soñaron. Fui padre, madre, dador, contable, bufón de muchas noches solitarias. Sentí la quemazón del dolor y su garra injuriosa. Salí muchas veces de madrugada a hacer las paces con las lágrimas de Dios. Y pinté. Pinté. Pinté con furia. Pinte con calma. Pinté hasta quedarme vacío de mí mismo. Y cuando sonaba la hora de otro sueño, como un espejismo hecho melodía, me llegó, me rozo rojo, valiente, inagotable…
Esto puede llegar a ser una gran apuesta, o un gran apoyo, para el crecimiento personal de quienes como yo pensamos que el ser humano esta en evolución constante, y hacia adelante, hacia adelante siempre.
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