LA PROEZA DE VIVIR

LA PROEZA DE VIVIR
Mira siempre con los ojos del niño que fuiste

Hay muchas clases de payasos


¡AY!... Hay, como todos sabéis, muchas clases de payasos. Quién más y quién menos conoce alguno. Unos, quizá ya los menos, van pintados como mandan los cánones. Otros se camuflan en la realidad más prosaica sin hacer mucho ruido. Hay payasos novicios, payasos viajeros, payasos hermafroditas, payasos de invierno, payasos solitarios que dejan cicatrices de ternura en nuestras almas. Hay payasos huerfanados que no saben envejecer y se aniquilan en caminos tortuosos  que no dejan predecir hasta dónde les conducen. Y, claro está, también hay alguna payasa.
CUANDO te vi por vez primera no supe decantarme, pero te imagine haciendo sonreír a los niños, a las vírgenes, y a algún transeúnte trasnochado que no ardiera en deseos de llegar a casa a toda prisa. No es bueno tener prisa siquiera para escapar de algo: cuánto más corres, más te enredas. Me mirabas con tus ojos de otro tiempo y hacías promesas caducadas. Eras un hermoso payaso de sueños largos y nostálgica sonrisa que me tendía la mano expectante y renovado. O eso creía yo que ardía en deseos de reír y de estrenarme a una vida menos cotidiana...
ME hubiera gustado llevarte al Prado y verte desde esa perspectiva que mi hermano Aris utiliza en sus cuadros pero como no supe si estabas preparado para un arte que te fuera ajeno, me conformé con verte deshojar unas margaritas que parecían a todas luces rancias.
FUI ganando memoria y perdiendo interés. Payasos hay tantos que entre unos y otros fuimos despistándonos. Incluso en un momento casi olvido quién era yo y qué andaba buscando. Pero como el tiempo siempre pone las cosas en su sitio, se me hizo hasta un hueco para reconciliarme con los sueños que se me habían difuminado entre los sueños de otros.
QUÉ podría haber sido otra cosa, no voy a negarlo. Yo te miraba y te miraba y me parecías muy grande. Después hubo un silencio que no comprendí y pasaron muchas cosas. Te pregunté y me saliste al paso con unos juegos malabares que me encantaron, pero no me aclararon nada. La duda nunca es buena, ni entre payasos.
SOLO era cuestión de tiempo aburrirse. Salir de la ensoñación es mucho más fácil que entregarse a ella.  Para sentirse humana no es suficiente que te susurren.
TE pregunté qué más sabías hacer. Yo no necesito mucho para espantar las sombras, pero todo se quedaba adherido a tu traje de payaso. Yo me veía a través de tus ojos cada vez más invisible y la sensación no me gustaba nada.
DEJÉ de buscar explicación. Entre lo agotada que estaba y tu falta de impulso el hechizo fue perdiendo fuerza. Hay tantos payasos deseando arrancarte una sonrisa que me fui volviendo más cómoda que tú. Y más inaccesible. No me he enterado muy bien cuando serán las próximas oposiciones a payaso, pero si las cosas no me cambian de idea, lo mismo, me presento…